En el recinto, situado en el monte San Bartolomé, se observan dos tipos de construcción, el tapial del lienzo de la muralla, de origen musulmán, y el sillarejo basal de la torre más típicamente cristiano. Los trabajos realizados persiguen dos objetivos fundamentales: por un lado el diseño de la distribución espacial, en base a la puesta al descubierto de estructuras murales que permitirían, junto con los hallazgos, el conocimiento de las distintas funciones de cada sector y, de esta forma, nos ayudaría a la reconstrucción de su planta. Por otro lado, conocer la cronología del lugar y su devenir ocupacional, ésto se consigue a través del estudio de los materiales, sobre todo cerámicos, y del estudio de los estratos.
Los materiales hallados muestran un poblamiento correspondiente a la Edad del bronce, vasijas ovoides hechas a mano, pesas de telar y molinos de mano, un poblamiento que se ve interrumpido durante época ibérica y nuevamente una reocupación que muestra los materiales medievales. Estos son en su mayor parte cerámicos, aunque también revisten importancia los fragmentos de botellitas, jarritas y latitos de vidrio, pequeños objetos de hueso, y también de bronce y hierro. Es la cerámica común la más abundante, ataifores, redomas, orzas, jarras, candiles, jofainas, tapaderas, cazuelas, fogones…
Las decoraciones del resto del grupo cerámico corresponden a incisiones, cordones decorados con digitaciones y ungulaciones, pintura, cuerda seca, impresa verde morada y esgrafiada. Todo este material se halla muy fragmentado se encuentra en estudio un material cerámico de esta última campaña, que podría retrasar el final de la ocupación del castillo hacia fechas más modernas. La estratigrafía muestra en algunos lugares vestigios de incendio, que hay que paralizar con los tipos de hallazgos.
En época medieval se produce la sustitución de la concepción musulmana del castillo como aglutinador de las alquerías circundantes, por la cristiana que destinaba la fortificación al control del territorio.
Apenas permanece en pie una torre de base cuadrada, disimulada con un tejado, a la que se le adosó la ermita de San Bartolomé, en el cerro del mismo nombre. Esta torre data del siglo XIV, y para su construcción se utilizaron sillares, sillarejo basal y mampostería, materiales típicamente cristianos. En sus paredes sólo se observan dos ventanucos abiertos y cinco ventanas cegadas, cuatro de ellas en la parte superior, una a cada lado. Desde su interior de esta parte alta semeja un palomar. Las vigas que sostienen el tejado son de madera.